Hay historias que nacen marcadas por el desafío, como si el universo decidiera desde el primer aliento que ciertos seres están destinados a enseñarnos el verdadero significado de la fuerza. La historia de Karina Elisabet Fassi comenzó el 3 de octubre de 1974 con un diagnóstico que podría haber definido los límites de una vida: espina bífida mielomeningocele oculta. Pero los límites, como las olas, están hechos para ser superados.
Sus primeros pasos fueron con botas ortopédicas, sus primeras heridas cicatrizaron entre largos reposos, sus primeras caídas se convirtieron en lecciones de resistencia. La espina bífida no solo afectó su manera de caminar; le enseñó que existen infinitas formas de moverse por el mundo. A los 17 años experimentó su primera cirugía sin los resultados esperados. A los 18, terminó la escula secundaria con yesos en ambas piernas y el corazón lleno de sueños que ningún yeso podría inmovilizar.
Mientras estudiaba Contadora Pública en la Universidad Nacional del Sur, Karina aprendía la aritmética más compleja de todas: cómo sumar esperanza a cada día, cómo restar dolor sin perder la esencia, cómo multiplicar la determinación cuando las fuerzas se dividen. Se recibió en 2002, pero su verdadera graduación llegaría años después, en las aguas frías de un club de Bahía Blanca.
Septiembre de 2008: una segunda cirugía en FLENI con buenos resultados. Agosto de 2009: la recomendación médica que cambiaría su vida: "Intenta con la natación". Quien lo sugirió jamás imaginó que estaba abriendo la puerta a un océano de posibilidades.
Las primeras clases fueron una lucha contra el agua, contra la gravedad, contra las limitaciones que había cargado durante años. Pero el agua tiene memoria, y recordó que todos nacemos flotando. El 26 de septiembre de 2009, exactamente un año después de su cirugía exitosa, Karina se inscribió en su primer torneo máster. Cincuenta metros de crol se convirtieron en los primeros metros de una travesía infinita.
Lo que comenzó como terapia se transformó en pasión, y la pasión se volvió misión. En diciembre de 2011, nadó mil metros por primera vez en la laguna La Salada.
No era solo agua la que atravesaba; eran décadas de "no podrás" que se disolvían con cada brazada.
Las competencias en pileta la aburrían, le quedaban pequeñas. Su espíritu necesitaba horizontes infinitos, desafíos que hablaran su idioma de superación. Los lagos patagónicos la llamaron, los ríos caudalosos le cantaron canciones de aventura. En 2014, el océano Atlántico la recibió en sus brazos salados: 2500 metros bordeando la costa marplatense en una competencia que llevaba por lema "No a la droga, el alcohol y el tabaco, SI al deporte". Mensaje que Karina encarnaba con cada respiración.
Monte Hermoso, Miramar, Necochea, el Canal de Beagle en Ushuaia... Argentina se quedó pequeña para contener su ambición acuática. Chile, Italia, Brasil, Estados Unidos, Colombia, Turquía: cada país se convirtió en un nuevo capítulo de reinvención.
Porque reinventarse no es cambiar de piel una sola vez; es hacerlo tantas veces como el alma necesite crecer.
En 2013, una medalla de bronce en el Campeonato Argentino Máster de Natación no fue solo un reconocimiento deportivo; fue la materialización de un sueño que había comenzado con botas ortopédicas y yesos en las piernas.
Karina entendió que su historia necesitaba salir del agua para tocar otros corazones. En 2016 publicó "El poder de querer, cuando la realidad despierta sueños", y en 2022, "Abrazar la vida". Dos libros que son dos formas de nadar: el primero, hacia la superación; el segundo, hacia el amor absoluto por la existencia.
Sus charlas motivacionales se convirtieron en otro tipo de natación: la que se hace entre almas, donde las palabras son brazadas que ayudan a otros a mantenerse a flote en sus propias tormentas.
El Arte de Reinventarse
La historia de Karina Fassi es un tratado sobre la reinvención como arte de supervivencia y trascendencia. No se reinventó una vez cuando descubrió la natación; se reinventa cada día que elige el agua por encima del miedo, cada vez que convierte una limitación en un trampolín hacia lo extraordinario.
Su espina bífida no desapareció; aprendió a nadar con ella, a través de ella, más allá de ella. Su reinvención no fue negar su condición, sino hacer de ella el combustible de su grandeza. Cada cicatriz se volvió mapa, cada dificultad se transformó en técnica de nado.
Desde las aguas de Bahía Blanca hasta los océanos del mundo, Karina nos enseña que reinventarse no es cambiar de vida; es cambiar la mirada sobre la vida que tenemos. Que los límites existen sólo hasta que alguien decide nadarlos. Que la verdadera discapacidad es no creer en la infinita capacidad del espíritu humano para encontrar nuevas formas de volar.
En cada brazada que da, en cada conferencia que ofrece, en cada página que escribe, Karina Fassi demuestra que el agua no solo abraza: también enseña que la vida, como la natación, es cuestión de técnica, respiración y, sobre todo, de nunca dejar de moverse hacia adelante.
Porque al final, todas somos nadadoras en el océano de nuestras propias posibilidades. Solo algunas, como Karina, tienen el coraje de sumergirse completamente y descubrir que el agua no ahoga sueños: los sostiene, los impulsa, los lleva hasta orillas que nunca imaginamos alcanzar.
En las profundidades del océano atlántico, donde las olas susurran secretos ancestrales, una mujer de Bahía Blanca sigue escribiendo con brazadas su propia definición de lo imposible. Y el agua, cómplice eterna, la abraza y la impulsa hacia el siguiente horizonte.
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